Muchas veces me veo pidiéndole al cielo que escuche mis plegarias.
“Por favor, mostrame el camino ¿hacia donde debo seguir?”
Y la vida responde con asombro porque la respuesta no siempre es racional, si no mas bien corporal.
La danza es lo que hacemos en el medio del camino, a veces nos tira más para un lado, a veces perdemos el equilibrio pero bien sabemos que es más fácil volver al centro una vez que lo hayamos perdido.
Bailamos para encontrarnos y reconocernos.
Para sentirnos y liberarnos.
Para desarrollar nuestro potencial creativo.
Para sentirnos mejor con nosotros y nuestro entorno.
Y para sanar, sanar aquello que desea ser sanado.
Aquí sigo con una misión: poder conectarlos con el ritmo, el pulso del corazón, la sincronicidad y la delicadeza del movimiento, por que verlos
bailar le da sentido a todo, incluso a mi misma.